Las mujeres chihuahuenses se encuentran muchas veces sin acceso a programas de salud mental durante el embarazo, parto, postparto, y sin respaldo cuando atraviesan una pérdida perinatal, gestacional o neonatal, teniendo consecuencias sumamente graves.
En el Congreso estamos impulsando incorporar una fracción al artículo 44 de la Ley de Salud Mental del Estado, que ejerza cabalmente programas de prevención, detección y atención oportuna a este verdadero flagelo que enfrentan las mujeres.
Ellas están expuestas a cambios hormonales que las ponen vulnerables a depresión que desencadena en otros problemas graves, durante el embarazo y sus etapas.
Es importante socializar estas condiciones, en un momento donde hay que reconocer que la salud mental materna, no ha estado en las agendas políticas y si está, es insuficiente.
No nos hemos puesto a pensar que se trata de un componente fundamental del bienestar general y tiene implicaciones directas en el desarrollo saludable del niño y la estabilidad familiar.
Por eso, la importancia de abordar la salud mental en esta etapa crítica es innegable, ya que los efectos pueden resonar en el bienestar materno y fetal.
La realidad es que la experiencia del parto deja una profunda huella sobre la salud mental de las madres, y esta huella a su vez está directamente condicionada por la atención y el trato recibidos.
Investigaciones han demostrado que un entorno emocionalmente saludable durante los primeros años de vida tiene consecuencias duraderas en la salud mental y emocional del niño.
Hay que considerar que la salud mental de la madre tiene consecuencias directas en sus bebés, por lo que es necesario desarrollar estrategias de prevención e intervención temprana para abordar a tiempo el sufrimiento psicológico materno.
El periodo posparto, a menudo descrito como un tiempo de alegría y celebración, también puede ser una montaña rusa emocional para muchas mujeres. La depresión posparto y la ansiedad pueden manifestarse, afectando la capacidad de la madre para establecer un vínculo positivo con su hijo y para enfrentar las demandas diarias de la crianza. Es imperativo reconocer que estos desafíos no disminuyen la valía de la maternidad ni la capacidad de una mujer para ser una madre amorosa y competente.
El impacto de la salud mental materna se extiende más allá del individuo, afectando la dinámica familiar y el desarrollo del niño.
La salud mental materna, por lo tanto, no es solo un asunto personal, sino una inversión en el futuro bienestar de la próxima generación.
Es importante sensibilizar a las instituciones de salud, de la necesidad de incluir en sus protocolos de atención a la evaluación, atención y seguimiento de la salud mental de la madre y no sólo enfocarse en la salud física de ella y del bebé.
Se requieren estrategias y políticas adecuadas para abordar este problema y garantizar la atención adecuada y oportuna de las mujeres embarazadas y posparto en el estado.
El planteamiento es un trabajo trasversal de las instituciones de salud para que implementen programas y acciones en materia de salud mental materna, que beneficien la prevención, detección y atención oportuna de problemas de salud mental que afecten a las mujeres durante el período de embarazo, parto, postparto, así como la atención oportuna para las mujeres que atraviesen una pérdida perinatal, gestacional o neonatal.
Además de brindar capacitación en la materia tanto a la madre como a la familia que la acompañe en dicho período y duelo a través del personal debidamente capacitado de las diferentes instituciones públicas y privadas de salud en el Estado.